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Breve nota sobre la poesía popular friulana
Quien parte en tren o en coche de Venecia y se dirige hacia el norte por el interior del Véneto, llega a Friul sin darse cuenta. Sólo si tiene un gran conocimiento de esos lugares podrá distinguir el color diferente del aire y de los campos, el tono distinto de la cultura rural y de los pequeños centros urbanos, cuyas plazuelas, por otra parte, pertenecen a un ambiente cultural véneto.
Después, al entrar en el corazón de la región, el extranjero podrá apreciar sus intensos caracteres originales: pero por ahora, nada más cruzar el Livenza y a la vista del Tagliamento, la única diferencia verdadera con el Véneto es la lengua. Aunque podrá reconocer en ella algún antiguo fonema: pues con el extranjero el indígena preferirá expresarse en un incierto italiano o mejor en un véneto por él mismo llamado bastardo, que es la lengua utilizada por la pequeña burguesía local. Trilingüismo, por tanto; y si después se añade que en muchas zonas fronterizas están en uso dialectos eslavos o alemanes, se deberá hablar incluso de plurilingüismo.
Parece imposible que una región que se presenta tan clara, desde el más lejano horizonte orlado por las crestas de los Prealpes, hasta el más pequeño detalle de acequias o bosquecillos tallares, sea, culturalmente, tan oscura. Y precisamente en su organismo más interno, la lengua. En torno a la cual no se ha llegado aún a un resultado científico definitivo: en efecto, el más glorioso hijo de esta tierra, Ascoli, sostenía la autonomía lingüística del friulano, como importante patrimonio de una lengua genérica e hipotéticamente hablada en una “Ladinia” que se extendería desde el cantón suizo de los Grisones (dialecto romanche), a través de algunos valles dolomíticos (dialectos gardenese y fassano), hasta llegar a Istria (perteneciendo Trieste, hasta hace un siglo, al área lingüística friulana). En cambio, según teorías más recientes elaboradas por Battisti, no se trataría de una lengua, sino de un dialecto alpino, que, junto a otros análogos, formaría una larga área marginal, y por lo tanto arcaica y conservadora, de los dialectos septentrionales, véneto y lombardo.
También la poesía popular friulana, como la lengua, es todavía una cuestión sin resolver: si bien ha quedado de algún modo resuelta la cuestión de la poesía popular en sí. De la que, en el fondo, sólo están claros algunos datos, mientras que cualquier deducción de la enorme complejidad de éstos se mantiene hipotética. De todos modos, el “misterio” de la poesía popular friulana es, en el caso particular, un pequeño misterio que hace referencia a la relación de ésta con el sistema, históricamente y dentro de ciertos límites bastante bien definido, de la otra poesía popular que se canta en Italia.
Las cosas, reducidas a un esquema de conveniencia, son más o menos así: Costantino Nigra dividía la poesía popular italiana en dos ramas: la lírica monostrófica típica de las regiones centro-meridionales, y la narrativa pluristrófica típica de las regiones nórdicas. Es cierto que las más recientes investigaciones han demostrado la coexistencia de estos dos tipos métricos (o, si se prefiere, étnicos) en toda la Península: pero la distinción de Nigra, como esquema, es más que válida. En cualquier caso, hay excepciones en la general regularidad métrica y estilística del muy irregular mundo poético popular; y hacen referencia a las islas: no ya a Sicilia, que, desde nuestro punto de vista, no es isla o área marginal, es centro, sino a Cerdeña, con sus métricamente misteriosos mutos, y Córcega, con sus vòceri; y a ellas se suma precisamente Friul, con sus vilotis.
A primera vista el profano tendría dificultad para reconocer en los cuatro octosílabos con rima alterna de la villotta (villanesca) friulana caracteres muy claros de excepcionalidad: de hecho, si poseyese el oído especial que ha de tener el coleccionista de cantos, advertiría desde Venecia hacia arriba, en la llanura véneta que se esfuma en Friul, la presencia de las villanescas que son los equivalentes de los rispetti o de los strambotti centro-meridionales trasladados al norte: con endecasílabos, por tanto, y rimas no necesariamente alternas. Y quien tienen práctica en los estilos populares sabe bien qué abismo separa un endecasílabo de un octosílabo para un repetidor o difusor de poesía popular: hasta el punto de excluir, teóricamente, con bastante tranquilidad, la coincidencia de la importación de un canto con su traducción; y de deducir, por tanto, una distinta vía migratoria del canto popular friulano, si no su absoluta originalidad.
A este marco, “por exclusión”, se añade también la ausencia o al menos la determinante inopia -en esta región, donde está la antigua capital de los lombardos, Cividale, y donde a principios del siglo XIV no faltó una periférica cultura trovadoresca- de los cantos narrativos, característicos precisamente de la Lombardía de entonces y de la zona cultural occitana, que incluye el norte de Italia en una geografía imaginaria que comprendería Provenza y Cataluña. Sí, se ha encontrado alguna raíz de canto narrativo pluristrófico, en condiciones desastrosas; y el reciente descubrimiento de algún fragmento interpolado de la Donna lombarda, no ha dejado de suscitar polémicas. Pero esto no incide en la figura de la poesía popular friulana, o sea, por definición, del dominio de la brevísima villotta. Brevedad métrica, que por otra parte se hace profunda en la intimidad de los contenidos, y vasta en la melodía: para expresar cómo se canta un espíritu a veces ciegamente melancólico, melancólico como pueden serlo ciertas cimas solitarias prealpinas, de noche, en invierno; y a veces, por el contrario, rebosante de una alegría abrumadoramente tosca, desgañitada, de la que se llenan plazuelas y huertos en las tardes con olor a pino, en las noches templadas.

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Noterelle sulla poesia popolare friulana
Chi parte in treno o in auto da Venezia e si spinge su per il retroterra veneto, giunge in Friuli senza che se ne accorga. Solo se ha una grande pratica di quei luoghi potrà distinguere il colore diverso dell’aria e dei campi, il tono diverso della civiltà rurale e dei piccoli centri urbani, le cui piazzette del resto appartengono a un ambiente culturale veneto.
Certo, poi, entrando nel cuore della regione, lo straniero potrà coglierne gli intensi caratteri originali: ma per ora, appena passata la Livenza e in vista del Tagliamento, l’unica diversità vera nei confronti del Veneto, è la lingua. Se pure potrà coglierne qualche antico fonema: ché con lo straniero l’indigeno preferirà esprimersi in un incerto italiano o meglio in un veneto da lui stesso definito bastardo, che è poi la lingua usata dalla piccola borghesia locale. Trilinguismo, dunque; e se poi si aggiunge che in molte zone di confine vigono dialetti slavi o tedeschi, si dovrà parlare addirittura di plurilinguismo.
Sembra impossibile che una regione che si presenta così limpida, dal più lontano orizzonte orlato dai crinali delle prealpi, al più piccolo particolare di rogge o boschetti cedui, sia, culturalmente, così oscura. E proprio nel suo più interno organismo, la lingua. Intorno alla quale non si è ancora giunti a un risultato scientifico definitivo: il più glorioso figlio di questa terra, l’Ascoli, sosteneva infatti l’autonomia linguistica del friulano, quale cospicuo patrimonio di una lingua genericamente e ipoteticamente parlata in una “Ladinia” che si sarebbe estesa del Cantone svizzero dei Grigioni (dialetto romancio), attraverso alcune vallate dolomitiche (dialetto gardenese e fassano) raggiungendo l’Istria (appartenendo Trieste, fino a un secolo fa, all’area linguistica friulana). Secondo invece più recenti teorie elaborate dal Battisti, non si tratterebbe di una lingua, ma di un dialetto alpino, che, insieme agli altri analoghi, verrebbe a formare una lunga area marginale, e quindi arcaica e conservatrice, dei dialetti settentrionali, veneto e lombardo.
Anche la poesia popolare friulana, come la lingua, è ancora una questione irrisolta: se pure è in qualche modo risolta la questione della poesia popolare in sé. Di cui in fondo sono chiari solo dei dati, mentre ogni deduzione dall’enorme complessità di questi, si mantiene ipotetica. Ad ogni modo il “mistero” della poesia popolare friulana, è, nella specie, un piccolo mistero riguardante il rapporto di questa con il sistema, storicamente ed entro certi limiti, abbastanza ben definito, dell’altra poesia popolare che si canta in Italia.
Le cose, ridotte a uno schema di comodo, stanno pressapoco così: Costantino Nigra suddivideva la poesia popolare italiana in due rami: la lirica monostrofica tipica delle regioni centro-meridionali, e la narrativa pluristrofica tipica delle regioni nordiche. È vero poi che le più recenti ricerche hanno dimostrato la coesistenza di questi due tipi metrici o se si vuole etnici in tutta la Penisola: ma la distinzione del Nigra, come schema, resta tuttora più che valida. Ci sono, comunque, delle eccezioni nella generale regolarità metrica e stilistica dell’irregolarissimo mondo poetico popolare; e riguardano le isole: non tanto la Sicilia, che, dal nostro punto di vista, non è isola o area marginale, è centro, ma la Sardegna, coi suoi, metricamente misteriosi, mutos, la Corsica, coi suoi vòceri; e a queste si aggiunge appunto il Friuli, con le sue vilotis.
A prima vista il profano stenterebbe a ravvisare nei quattro ottonari a rima alternata della villotta friulana caratteri così decisi di eccezionalità: infatti, se possedesse l’orecchio speciale necessario al raccoglitore di canti, avvertirebbe da Venezia in su, nella pianura veneta che sfuma in Friuli, la presenza delle villotte che sono poi gli equivalenti dei rispetti o degli strambotti centro-meridionali risaliti al Nord: in endecasillabi, quindi, e a rime non necessariamente alternate. E chi appunto ha pratica della stilizzazione popolare, sa bene quale salto divida un endecasillabo da un ottonario per un ripetitore o diffusore di poesia popolare: tanto da escludere, in via teorica, abbastanza tranquillamente, la coincidenza dell’importazione di un canto con la sua traduzione; e da dedurre quindi una diversa strada migratoria del canto popolare friulano, se non proprio la sua assoluta originalità.
A questo quadro “per esclusione”, si aggiunga poi la mancanza o almeno la determinante inopia - in questa regione, dove tace l’ex capitale dei Longobardi, Cividale, e dove ai primi del Trescento non è mancata una periferica cultura trobadorica - dei canti narrativi, caratteristici appunto della Longobardia e della zona culturale occitanica, che include il Nord dell’Italia in una geografia ideale comprendente la Provenza e la Catalogna. Sì, qualche troncone di canto narrativo pluristrofico, in condizioni disastrose, si è reperito; e la recente scoperta di qualche frammento abraso e interpolato della Donna lombarda, non ha mancato di suscitare delle discussioni. Ma questo non incide sulla figura della poesia popolare friulana, ossia, per definizione, del dominio della brevissima villotta. Brevità metrica, che del resto si fa profonda nell’intimità dei contenuti, e vasta nella melodia: a esprimere come si canta uno spirito talvolta ciecamente malinconico, malinconico come possono esserlo certi sperduti dossi prealpini, di sera, d’inverno; e talvolta colmo invece di un’allegria accoratamente rozza, sgolata, di cui si empiono piazzette e orti nei vespri odorosi di pino, nelle notti tiepide.
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