"Pagine corsare"
Saggistica
Pasolini y su… ¿cine menor?
Antonio J. Quesada
Papel Literario, 01/09/2009

Pasolini e il suo... cinema "minore"?, di Antonio J. Quesada
Nuevamente vuelvo con Pasolini debajo del brazo. No puede ser de otro modo, ya que es uno de mis referentes éticos y estéticos y termina entrando por la puerta, por la ventana o por la alcantarilla. Y hoy no vengo a reivindicar al Pasolini narrador y poeta, al que tanto admiro, o al Pasolini polemista, que tan sugerente me resulta siempre (aunque no coincida con sus posturas y, a ratos, incluso me irrite), sino al Pasolini cineasta. Al regista. Posiblemente el más conocido.
Me dejo hoy de recordar “Poesie a Casarsa”, “Ragazzi di vita” (Premio Colombi-Guidotti, 1955), “Una vita violenta” (Premio Crotone, 1959), “Poesia in forma di rosa”, “Le ceneri di Gramsci” (Premio Viareggio, 1957) o su póstuma “Petrolio”, entre tantas otras. Tampoco sus trabajos como opinador polemista, removiendo las consciencias sociales (“Le belle bandiere”, “Il caos” o “Lettere luterane”). Hoy no toca todo eso, aunque todos estos trabajos me hayan servido para formarme como soy, para disfrutar más de Roma y sentirme tratado como un lector y un ciudadano inteligente.
No. Hoy vamos a centrarnos en su cine, pero tampoco en todo su cine, pues sería muy largo de describir. Todos disfrutamos con aquella tragedia subproletaria romana llamada “Accattone”, con ese emerger pequeño-burgués de “Mamma Roma”, encarnado en la siempre genial Anna Magnani (alguna vez escribí que “La Magnani es esa bellísima fea que nos recuerda quiénes somos de verdad, aunque a lo mejor no nos guste reconocernos”), con su personal visión del “Vangelo”, con esa emergencia del Tercer Mundo que comienza ya en “Uccellacci e uccellini”, con la influencia chaplinesca en “La terra vista dalla luna”, con los trabajos míticos algo autobiográficos (Edipo, Medea), con la enfermedad burguesa de “Teorema”, la obediencia de “Porcile”, la masacre de “Saló o los 120 días de Sodoma”, o la “Trilogia della vita”, auténtico cine contra el Palacio (“El Decamerón”, “Los cuentos de Canterbury” y “Las mil y una noches”). No nos encaminaremos por ahí hoy. Tampoco por sus trabajos sobre el tercer mundo (Sopraluoghi in Palestina, 1963-4, Appunti per un film sull’India, 1967-8, Appunti per un’Orestiade africana, 1968-1973 e Il padre selvaggio, 1962-1970).
Ya en parte tratamos algo estos temas: en su día, por ejemplo, creímos encontrar el hilo conductor entre sus dos primeras novelas, “Ragazzi di vita” y “Una vita violenta”, y sus dos primeras películas, “Accattone” y “Mamma Roma”, pero hoy vamos a otra cosa. Hoy quiero dedicar mi atención a piezas consideradas menores dentro de la obra de PPP. Tampoco vamos a realizar un estudio científico de estos trabajos, pero sí plantearnos si, realmente, merecen pasar tan desapercibidos en la obra de Pasolini como son tratados. Intuimos que no.
“La ricotta” (1963). La narración de la tragedia personal del subproletario romano Stracci, ese buen ladrón, nos llega al alma. Los perros de los poderosos devoran la comida de los que nada tienen, y éstos deben reinventar el mundo cada mañana y ganarse el pan cada día, porque esa costumbre de comer aprieta varias veces al día. En este caso, el pan es requesón (es “la ricotta”). El desarreglo alimenticio lleva al protagonista a morir en la cruz, inocente, rodando una escena de crucifixión que resultó demasiado real. En el film, además de interesantes inquietudes pictóricas, hay cierto elemento autobiográfico, plasmados en los versos de las “Poesia mondane”, después recopiladas en “Poesía en forma de rosa”. Y, ante todo, está Orson Welles, ese genio, haciendo de director de cine (¿de Pasolini?) y recitando los versos de PPP. ¿Un trabajo tan filosófico (que nos induce a meditar sobre tantas cuestiones esenciales), pleno de poesía pasoliniana, con la intervención de Orson Welles y con un mensaje metafísico tan presente merece ser considerado una obra menor? Lo dudo mucho.
“La rabbia” (1963) es un montaje de repertorios con imágenes reales que van desde sucesos políticos de la época hasta Ava Gardner o Sofía Loren, bellos animales femeninos que dan un toque frívolo a eso tan feo de la política. La guerra, el racismo y el hambre se integran en la sociedad neocapitalista, no son desorden sino orden, y el film fue acusado de populismo y de “inclinación al lamento”. Allá cada cual: PPP pretendió sabotear la normalidad, el conformismo de la mayoría de la sociedad, y eso es muy interesante. Como siempre, PPP como centinela moral. El film fue un fracaso completo, y está envuelto en la polémica con Guareschi, la otra pata de esta mesa: el reaccionario creador de Don Camilo presentaba la guerra desde una óptica de derechas, insoportable para PPP (y posiblemente para cualquier alma mínimamente sensible). Pero, ¿puede ser un fracaso un film donde, además de todo lo descrito, la voz de la poesía es la del gran Giorgio Bassani y la voz oficial es la del pintor Renato Guttuso? Como veremos, un hilo conductor la une a “Comizi d’amore”, otra obra considerada menor.
“Comizi d’amore” (1963-1964), como “La rabbia”, con la que le une un importante hilo conductor, también ha sido acusada de populismo y de “inclinación al lamento”. Con ella PPP pretende darnos otro toque de atención colectivo, en este caso mediante las investigaciones con entrevistas y con los comentarios propios, de Moravia y de Musatti, relativos a la sexualidad en la Italia de la época. El toque de atención es más local y objetivamente más restringido. La gran duda: ¿qué es la normalidad? Cuidado con este concepto, pues la prostitución, la discriminación entre sexos y el desprecio a la diversidad aparecen como normales, ahí es nada. La ignorancia escogida, la peor (tan religiosa), y la ignorancia no escogida, la menos reprochable, se enseñorean con la Italia de la época, matando la esperanza. Posiblemente, los rayos de luz en este muro no contestaran a las preguntas de PPP. ¿Un trabajo de esta envergadura puede considerarse un producto menor? Que le pregunten a Moravia, ese genio. Poner a hablar de sexo a los italianos de la puritana época no es poca cosa.
“¿Che cosa sono le nuvole?” (1967). En un pequeño teatro de títeres de periferia, unas marionetas representan a Shakespeare, y en las pausas se interrogan sobre el sentido de la vida y la verdad. Como a lo mejor es la vida, que en sus curvas uno se detiene a pensar y repensar. En esta obra se unen un trabajo juvenil de Pasolini (“I Turcs tal Friul”), el repertorio típico de este tipo de teatros, Shakespeare, Paisà, Pinocchio, Velázquez y Calderón. Intervienen los habituales Titò, Ninetto, Laura Betti, etc. A pesar de ello, de la profunda reflexión calderoniana y de la influencia de Foucault, pasó casi desapercibida. Con estos mimbres literarios, artísticos y cinematográficos, ¿acaso no debe salir un buen cesto?
“La sequenza del fiore di carta” (1968-9). Riccetto-Ninetto, con su amapola de papel, va saltando por una calle de Roma (¿la Via Nazionale?) alegre, sin darse cuenta de la guerra y violencia que existe por todos los sitios del planeta (por cierto, Ninetto, como siempre, saltando alegremente). Las voces de Dios le invitan a tomar conciencia, pero él sigue inocente. Y la inocencia, en este mundo, se paga, y muere sujetando su flor. Existe un hilo conductor con “La ricotta”, por esa inocencia que acaba en resultado fatal. ¿Un trabajo con tanto encanto merece ser considerado una obra menor? Posiblemente en su duración lo sea
En conclusión, estamos ante trabajos aparentemente menores, pero que si les dedicamos un poco de atención e interés, a lo mejor nos sorprenden: hay crítica, poesía, cine, creatividad... Sorprenden. A mí me ha sucedido. No me atrevería a hablar de trabajos menores.

Pasolini e il suo... cinema "minore"?
Antonio J. Quesada
Papel Literario, 1 settembre 2009
Traduzione A.M.
Torno nuovamente a prendere sottobraccio Pasolini. Non può essere altrimenti, poiché è uno dei miei referenti etici ed estetici e finisce per entrare dalla porta, dalla finestra o dai sotterranei. Oggi non sto ripensando al Pasolini narratore e poeta, che tanto ammiro, o al Pasolini polemista che mi appare sempre molto suggestivo anche quando le sue posizioni non coincidono con le mie - e in alcuni casi perfino ne sono irritato -, bensì al Pasolini cineasta. Al regista. Probabilmente al Pasolini più noto.
Smetto adesso di ricordare "Poesia a Casarsa", "Ragazzi di vita" (Premio Colombi-Guidotti, 1955), "Una vita violenta" (Premio Crotone, 1959), "Poesia in forma di rosa", "Le ceneri di Gramsci" (Premio Viareggio, 1957), o il suo postumo "Petrolio", tra tante altre sue opere. Neppure i suoi lavori come pensatore-polemista che smuove la coscienza sociale ("Le belle bandiere", "Il caos" o "Lettere luterane"). Oggi non mi riferisco a quel Pasolini, malgrado tutti questi lavori siano stati essenziali per la mia formazione, per apprezzare di più Roma e per sentirmi trattato come un lettore e un cittadino intelligente.
No. Oggi incentro la mia attenzione sul suo cinema, non di tutto il suo cinema poiché sarebbe troppo lungo descriverlo. Tutti possiamo conoscere la tragedia sottoproletaria romana rivelata in "Accattone", l'emergere del modello piccolo-borghese in "Mamma Roma" - incarnato grazie alla sempre geniale Anna Magnani (ho scritto in altre occasioni che "La Magnani è quella bella/brutta che ci ricorda chi siamo in realtà, benché forse non ci faccia piacere riconoscerci") -, la personale visione pasoliniana del "Vangelo", l'emergere dei problemi del Terzo Mondo che ha inizio già in "Uccellacci ed uccellini", l'influenza chapliniana in "La terra vista dalla luna", i lavori mitici e in parte autobiografici ("Edipo", "Medea"), la malattia borghese di "Teorema", l'obbedienza di "Porcile", il massacro di "Salò o le 120 giornate di Sodoma", o della "Trilogia della vita", autentico cinema contro il Palazzo ("Il Decameron", "I racconti di Canterbury" e "Il fiore delle Mille e una notte"). Oggi non mi incammino per tali percorsi. E neppure per i suoi lavori sul terzo mondo ("Sopralluoghi in Palestina" 1963-1064, "Appunti per un film sull'India", 1967-1968, "Appunti per un'Orestiade africana", 1968-1969, "Il padre selvaggio", 1962-1970).
In parte, a suo tempo, ho già trattato questi temi: per esempio, ho creduto di trovare il filo conduttore tra i suoi due primi romanzi, "Ragazzi di vita" e "Una vita violenta", e i suoi due primi film, "Accattone" e "Mamma Roma". Oggi mi dedico a un'altra cosa. Voglio rivolgere infatti la mia attenzione a pezzi considerati "minori" nell'opera di Pier Paolo Pasolini. Non intendo realizzare un studio scientifico di questi lavori, ma esaminare se realmente meritano di passare così inosservati nell'opera di Pasolini per il modo in cui sono generalmente trattati. Intuisco che non lo meritano.
"La ricotta" (1963). La narrazione della tragedia personale del sottoproletario romano Stracci, questo buon ladrone, ci arriva all'anima. I cani dei potenti divorano il cibo di chi non ha niente, e questi devono reinventarsi ogni mattina il mondo e guadagnarsi il pane ogni giorno, poiché l'abitudine di mangiare urge diverse volte al giorno. In questo caso, il pane è ricotta (è "la ricotta"). Il disordine alimentare porta il protagonista a morire sulla croce, innocente: una scena di crocifissione risultata troppo realistica. Nel film, oltre a interessanti richiami pittorici, vi sono alcuni elementi autobiografici, richiamati anche nei versi delle "Poesia mondane", in seguito inserite in "Poesia in forma di rosa". E innanzitutto, Orson Welles, quel genio, interpreta il ruolo di regista di cinema (di Pasolini?) e recita i versi di PPP. Un lavoro tanto filosofico che ci induce a meditare su molte questioni essenziali, pieno di poesia pasoliniana, con l'intervento di Orson Welles e con un messaggio metafisico così presente, merita di essere considerato un'opera minore? Ne dubito molto.
- "La rabbia" (1963) è un montaggio di spezzoni da film di repertorio, con immagini reali che vanno da eventi politici dell'epoca fino ad Ava Gardner o a Sofía Loren, esemplari femminili molto belli che danno un tocco frivolo anche a quanto di brutto vi è in politica. La guerra, il razzismo e la fame si integrano nella società neocapitalista, sono disordine anziché ordine; il film fu accusato di populismo e di "inclinazione al lamento". Pasolini pretendeva di ostacolare la normalità, il conformismo della maggioranza della società, e ciò è molto interessante: come sempre, Pasolini si poneva come "sentinella morale". Il film fu all'epoca un totale fallimento, e venne coinvolto nella polemica con Guareschi, l'altra parte in causa: la reazionaria creatività dell'autore di Don Camillo presentava la guerra in un'ottica di destra, insopportabile per Pasolini, e probabilmente per qualsiasi anima minimamente sensibile. Ma può essere un fallimento un film in cui, oltre a ciò che è descritto, la voce della poesia è quella del grande Giorgio Bassani e la voce in prosa è quella del pittore Renato Guttuso? Come si vedrà, un filo conduttore lo unisce a "Comizi d'amore", un'altra opera considerata minore.
"Comizi d'amore" (1963-1964) è collegato a "La rabbia" da un importante filo conduttore. Anche "Comizi d'amore", è stato a sua volta accusato di populismo e di inclinazione al lamento. Con questo film Pasolini intende darci un altro saggio di attenzione collettiva, in questo caso in una ricerca tramite interviste e commentando personalmente, con Moravia e con Musatti, la sessualità nell'Italia dell'epoca. Il grado di attenzione è in ambito locale, obiettivamente più ristretto. Il grande dubbio è: che cosa è la normalità? Occorre prestare attenzione a questo concetto, poiché la prostituzione, la discriminazione tra sessi e il disprezzo della diversità che appaiono come normali, lì non lo sono per niente. L'ignoranza scelta, la peggiore (anche quella religiosa), e l'ignoranza non scelta, meno criticabile, si sono impadronite dell'Italia dell'epoca, uccidendo la speranza. Gli sprazzi luminosi lanciati contro un muro del genere, probabilmente non si riveleranno all'altezza delle domande poste da Pasolini. Un lavoro di questa importanza può considerarsi un prodotto minore? Lo si chieda a Moravia, quel genio. Far parlare di sesso gli italiani in un'epoca di puritanesimo non è poca cosa.
"Che cosa sono le nuvole?" (1967). In un piccolo teatro di burattini di periferia, alcune marionette rappresentano Shakespeare, e nelle pause si interrogano sul senso della vita e sulla verità. Come forse accade nella vita reale, nei cui meandri ci si intrattiene a pensare e a ripensare. In questa opera si uniscono un lavoro giovanile di Pasolini ("I Turcs tale Friul"), e il repertorio tipico di questo tipo di teatri, Shakespeare, Paisà, Pinocchio, Velázquez e Calderón. Intervengono i soliti Totò, Ninetto, Laura Betti, ecc. Ciononostante, la profonda riflessione calderoniana e l'influenza di Foucault passano quasi inosservate. Con questi vimini letterari, artistici e cinematografici, non deve uscire per caso un buon cesto?
"La sequenza del fiore di carta" (1968-9). Riccetto-Ninetto, col suo papavero di carta, continua a saltellare lungo una strada di Roma (via Nazionale?) allegramente, senza curarsi della guerra e delle violenza che esistono un po' in tutti i luoghi del pianeta (Ninetto, come sempre, salta spensieratamente). Le voci di Dio lo invitano a prendere coscienza, però lui prosegue in modo innocente. E l'innocenza, in questo mondo, si paga, e muore sottomettendo il suo fiore. Esiste un filo conduttore con "La ricotta", per quell'innocenza che finisce con l'ottenere un risultato fatale. Un lavoro tanto incantevole merita di essere considerato un'opera minore? Probabilmente lo è soltanto per la sua breve durata.
In conclusione, siamo di fronte a lavori apparentemente minori, ma se dedicassimo loro un po' di attenzione e di interesse, probabilmente ne resteremmo sorpresi: c'è critica, poesia, cinema, creatività.... Stupiscono. A me è accaduto. Non oserei parlare di lavori minori.
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